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Dudas y cuenta atrás para el BREXIT
No pasa un día en el que falten informaciones en torno al abandono de la Unión Europea (UE) por parte de uno de sus estados miembros, el Reino Unido (UK). Y esto es motivo de preocupación para todo el mundo: administración, emigrantes, exportadores, inversores, turistas, transportistas, etcétera.
¿Qué cabe apuntar en torno a un hecho como el que se adivina, para el que no existen precedentes? Conviene comprender, inicialmente, de dónde viene el asunto y en qué consiste. En un segundo apartado podremos apuntar algunos de los escenarios posibles, siempre bajo la consideración de que nadie puede desvelarnos el futuro, y más tras los episodios de la última quincena.
Una disensión con hondas raíces
UK no quiso una integración europea fuerte, no formó parte del grupo de “los seis” (como se denomina a Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo) que arrancaron el proceso conducente a la actual Unión Europea, primero con la CECA y luego con el Tratado de Roma, desde la década de 1950. De hecho, UK lideró una alternativa menos comprometida y poco exitosa, la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC / EFTA), que a día de hoy está formada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza; pero UK abandonó dicha organización para incorporarse a la vía fuerte de integración europea en plena “crisis de los años setenta”, ante el evidente éxito de las Comunidades Europeas, que habían consolidado una unión aduanera en la que circulaban libremente las mercancías y donde operaba un arancel exterior común, así como alguna política, particularmente en el ámbito agrario.
Han transcurrido cuatro décadas de desencuentros, de reclamaciones y de incomprensión que culminaron con un referéndum en el que se confrontaron, al menos teóricamente, dos alternativas: por una parte, la permanencia de UK en la UE en unas condiciones absolutamente excepcionales que se le habían ofertado al estado británico; por otra parte, una salida glosada en un palabro exitoso pero sin definir, el Brexit. Estaba escrito al detalle cómo UK podría quedar en la UE, gozando de unas condiciones que muchos consideramos que vulneraban principios fundamentales de la UE. Pero se decidió tomar la puerta de salida a explorar un mundo sin caminos.
De la UE 28 del Mercado Único a la UE 27
¿Qué ha pasado durante dos años y medio y qué puede pasar cuando culmine la cuenta atrás en una semana? Es un motivo de preocupación la deriva que lleva un proceso que se torna imposible, algo que recuerda la cuadratura del círculo. La tarea deseable sería minimizar los costes de la salida, tanto para UK como para la UE, propiciando un marco de colaboración y estableciendo un sinnúmero de medidas que afectan (no nos engañemos) a todo. Tras más de 45 años dentro de la UE, los vínculos de todo tipo se han desarrolladomucho más que en laeconomía global. Pero el nudo gordiano es el denominado Mercado Interior o Mercado Único. Se trata de una fórmula que se ajusta a la definición clásica de Jacob Viner, como una zona en la que existe libertad de movimiento de mercancías y de factores y que permitió disponer, hace ya un cuarto de siglo, del ansiado Mercado Común al que aspiraban los europeístas de los años cincuenta.
Una vez alcanzado el objetivo de libre circulación de todo tipo de mercancías y factores en el amplísimo espacio de la Unión Europea, son múltiples las decisiones que se han tomado en torno a garantías para el consumo, formación, infraestructuras, eliminación de trámites, etcétera. Y reemplazar todo este acervo, e incluso las conexiones físicas, obliga a lograr acuerdos globales y desarrollos puntualísimos para cada uno de los miles de aspectos que ya funcionaban con la partitura del Mercado Único. Donde mejor puede observarse la dificultad del Brexit es en la antigua frontera -ahora inexistente- entre la República de Irlanda y UK. Se han construido carreteras pensando que ya nunca más habría fronteras, ni aduanas, creyendo que las personas de una y otra parte de la isla podrían moverse a su antojo, realizar negocios cotidianamente, de forma tal que se ha desarrollado un tejido similar al existente dentro de un único estado. Este es uno de los principales escollos en la negociación, porque si UK sale de la UE no debería ser posible una entrada franca a una parte de su territorio desde la que fuese permeable la UE, es algo inconcebible. No se puede estar, simultáneamente, dentro y fuera de algo, y levantar una frontera irlandesa o plantear limitaciones a las relaciones entre el Ulster y el resto de UK son cuestiones de un calado que impide acuerdos, al menos por el momento.
Un desmontaje sin libro de instrucciones
La relación de asuntos a tratar es inmensa, quien haya visto el primer acuerdo propuesto que no ha aceptado el Parlamento Británico habrá quedado sorprendido de la cantidad de referencias en un documento técnicamente complejísimo y muy difícil de vender políticamente. Comercio, transporte, inversiones, migraciones, dineros. La salida de la UE exige construir en muy poco tiempo una alternativa para décadas de realizaciones. ¿Es esto posible? La evolución de los acontecimientos nos hace ver que incluso se ha llegado a plantear la extraña posibilidad de un segundo referéndum, ya rechazada por el Parlamento Británico. Lo que está claro es que el tiempo apremia, que hay una fecha fijada, y no es por capricho. Son dos los hechos fundamentales que condicionan la misma: por una parte, discurre ya el debate sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP 2021-2027) para después de 2020; por otra, estamos a un par de meses vista de unas elecciones al Parlamento Europeo. ¿Sería posible debatir un auténtico presupuesto para 6 años con el segundo mayor contribuyente deshojando la margarita de su salida? ¿Y debemos repensar la recomposición del Parlamento Europeo, cuando ya estaba descartada la presencia británica? En principio, la cuestión parecía clara, UK habría de quedar fuera del MFP 2011-2017 y del Parlamento Europeo. Pero incluso esto entra en las dudas teóricas de la discusión actual.
¿Qué se puede pensar que vaya a suceder? El llamado Brexit duro supondría tomar la puerta a un precipicio en el que no se supiese qué normas aplicar, cómo despachar mercancías en aduanas infradotadas, qué hacer con los trabajadores desubicados, cómo funcionar sin licencia bancaria, otro tanto en cuanto a las líneas aéreas, qué deriva puedan tomar temas como el e-commerce, etcétera. Se supone que nadie quiere usar esa vía, pero, sin embargo, sigue habiendo apuestas altísimas en una partida de póker en la que se juegan muchas más cosas que flujos comerciales, migraciones o inversiones, siendo todo esto de suma importancia.
En principio, lo que existe es enorme incertidumbre, y esto ha llevado a la toma de medidas preventivas. Las decisiones estratégicas afectan a personas, empresas y administraciones, con un calado variable que se extiende a casi todo. Van desde la acumulación de stocks a cambios en el accionariado, desde la marcha de emigrantes cualificados a otros estados de la UE hasta la petición de otra nacionalidad por parte de algunos británicos, desde la anulación de ciertos intercambios Erasmus+ por parte de universidades que quieren evitar riesgos hasta el cambio de proveedores para empresas de “los 27”, e incluso la amenaza de deslocalización de algunas compañías. Incluso en el ámbito físico territorial han debido adoptarse medidas para prevenir los posibles atascos que se den ante la paralización del despacho de las mercancías para su entrada en territorio británico o territorio UE, están acondicionándose áreas logísticas que alberguen camiones, por poner un ejemplo. Y están haciéndose ensayos sobre lo que podría ocurrir, en los que se constata que no existe actualmente capacidad suficiente para despachar las mercancías de importación o exportación entre UE y UK.
No todo puede atenuarse con medidas como las apuntadas más arriba, los exportadores de productos frescos perecederos pueden encontrarse con gran dificultad para servir pedidos y con la pérdida de mercancías por los retrasos acumulados. También es incierto el mantenimiento de los permisos de trabajo en UK para quienes tengan menor cualificación y renta. Esto afecta a personas y a empresas y administraciones, que pueden tener dificultades de funcionamiento, como sería el caso de los servicios sanitarios británicos. Es de esperar que se atemperen algunas de las restricciones que aparecían en el horizonte.
Quedan por comentar muchos temas. A modo de cajón de sastre podríamos referirnos a las alianzas externas que pudiera desarrollar UK, la anhelada alianza con Estados Unidos, por ejemplo. Y es otro frente abierto con tantas o mayores dudas que el que tienen al Este. La City pierde una operatividad que no se sabe si será cubierta en el ámbito físico o en el ciberespacio, ya que las condiciones que dieron lugar a tal concentración económica son hoy historia y la ruptura puede provocar soluciones nuevas. Pero los cambios en el panorama internacional, incluidas la creciente influencia china y la agresividad norteamericana, no son el mejor caldo de cultivo para experimentos por parte de UK.
Por lo que a España concierne, somos los más afectados proporcionalmente a nuestro producto y población. Tenemos inversiones cruzadas, emigrantes e inmigrantes, importantes transacciones de mercancías, flujos turísticos continuos y cuantiosos, intercambios estudiantiles y un conjunto de relaciones consolidadas que pueden verse afectadas por el Brexit. Pero seguramente cabe destacar el impacto potencial del Brexit sobre las PYMES que operan con UK. Las facilidades del archimencionado Mercado Único hicieron posible la aventura de las transacciones dentro del territorio aduanero con muy pocas diferencias respecto a las hechas en España. El cambio puede desplazar a productores que no tienen capacidad de gestión para enfrentarse a un auténtico Comercio Exterior.
Nada se ha logrado en dos años y medio
Hasta hace apenas una semana podíamos plantear que no parecía alcanzable un acuerdo completo ni para el más optimista de los mortales y s intuía que podría darse un aplazamiento limitado de la salida real. Pero hay problemas evidentes. La partida de póker no es entre dos, sino entre uno, aunque grande, y la agrupación de 27 estados, por otra. Y existe una larga experiencia sobre comportamientos previos. Cada paso hacia el precipicio, intentando forzar soluciones inexistentes, nos lleva a un escenario nuevo e insospechado. ¿Alguien podría imaginar a nuestro Presidente Tusk diciendo que el infierno está vacío y que hay espacio suficiente allí? Los parlamentarios británicos dicen estar por evitar una salida abrupta pero rechazan cuantas posibilidades tienen, en un marco muy estrecho, para lograr una salida pactada. Y la UE ha brindado posibilidades de vuelta atrás y de alguna demora, siempre y cuando las condiciones queden claras y se eviten indefiniciones. Pero lo que no cabe es seguir mareando la perdiz sin perspectiva alguna.
Nadie se debería permitir generar el caos que provocaría una salida sin red y ese es el incentivo fundamental para propiciar una solución temporal, que no es buena, pero que puede resultar ser la menos mala. Por descarte, tocaría esperar un acuerdo, que tiene unos límites muy definidos por parte de la UE, no cabe dejar un territorio aduanero afectado por una puerta falsa como la que hubo entre la RFA y la RDA durante casi tres décadas ni estar al albur de negociaciones eternas. La salida de UK sería tal, no una continuación de la influencia británica en decisiones de la UE. Las condiciones preferenciales que pudieran existir entre UK y la UE han de ser claras, explícitas y duraderas. Y, en tal sentido, se trabaja en la idea de que no se prolongue una indefinición que resulta perjudicial para todos. Y si no se produce la salida, entonces UK debería tener representación en el Parlamento Europeo, como punto más inmediato de los que resultarían afectados. Volviendo al lenguaje eclesial del Presidente Tusk, o cielo o infierno, pero no purgatorio donde los pecadores se libren de las penas del averno.
¿Cabe descartar, por completo, otra alternativa? En principio, sería impensable que se produjese una solución definitiva o un portazo. De todas formas, habida cuenta de la visceralidad con la que muchos supuestos responsables han operado en algún momento, conviene no afirmar nada. Pero sí está claro que se ha hecho un esfuerzo negociador importante, que los 27 han respaldado una postura que no está al albur de lo que quieran quienes han decidido marcharse. En el lado británico sigue imperando la idea de que solo se aceptaría un acuerdo bueno, sin considerar su comparación con la situación kafkiana que generaría una salida abrupta. Afortunadamente, al mismo tiempo, veo que la maquinaria funciona, y que se trabaja teniendo en cuenta los problemas que puedan surgir en los diferentes escenarios. Y se trabaja mucho, y entiendo que bien. No obstante, son muchos, muchísimos, los esfuerzos que habrá que continuar haciendo para que las piezas encajen en el puzle, una vez que se troquele el mapa de la UE28.
Las posibilidades de salida están ofertadas, para los próximos meses. Si UK quiere disponer de más tiempo debería producir cambios fundamentales, que incluirían su participación en las elecciones europeas. El hartazgo ha llegado a tal punto de llevar a unas declaraciones que nunca antes había hecho un Presidente de la Unión Europea, y las ha hecho porque goza del respaldo de los gobiernos, porque no cabe negociar sin una actitud para lograr el acuerdo ni con quien carece de capacidad para decidir, y porque la propia sinrazón de un folletín de enredos genera enormes problemas de toda índole. La salida abrupta es mala, pero también lo sería dejarse mover por los vientos que llegan por el Canal de la Mancha.