Las horas que no marca el reloj
La otra vida laboral, la de las horas extras, aflora desde la oscuridad con la nueva ley que obliga a contabilizar las jornadas. La mitad de las personas que trabajan dicen hacerlo por encima de las 40 horas semanales. A la semana, en España, se hacen más de 2.300.000 horas extra que no se pagan, ni se compensan, es decir, que no cotizan.
Si la tendencia es conseguir el deseado empleo de calidad, es lógico que se realice el control horario para evitar este exceso laboral no computado. Europa ya se ha pronunciado al respecto hace unos días a través de su Tribunal de Justicia (TJUE) -que viene a situar a nuestro país en la avanzadilla de esta incipiente regulación-, recogiendo como derechos fundamentales de los trabajadores los tiempos máximos de trabajo y el de descanso, indicando que todos los países europeos deben realizar este control, e invitando a las empresas a implantar sistemas fiables para computar cada jornada laboral.
El 12 de mayo pasado entró en vigor el nuevo Real Decreto Ley de registro de la jornada laboral, con la intención ya comentada de disminuir la precariedad laboral, habiendo dejado bastantes temas sin aclarar. Justo es decir, sin embargo, que el Ministerio de Trabajo, ha publicado una guía intentando explicar algunos aspectos, después de la entrada en vigor de la disposición. Pero lo cierto es que estos días, las empresas y sus trabajadores se encuentran definiendo cuales son los métodos más adecuados para llevar a cabo este control, al que se escapan las relaciones consideradas de carácter especial en el Estatuto de los Trabajadores (alta dirección, trabajo doméstico, deportistas profesionales, artistas…), así como quienes en teoría ya venían realizando este control, caso de quienes trabajan a tiempo parcial y sectores con normativa específica.
Pero mientras se dilucidan estas cuestiones y se analiza la forma de hacerlo, existe un debate paralelo sobre las ventajas y desventajas de esta medida. Ya señalaba antes que somos un país con un exceso laboral importante, pero no remunerado ni cotizado. Conseguir que las empresas produzcan al mismo ritmo evitando este exceso de jornada repercutirá en la mejora del empleo y en las arcas del estado. Pero ¿podrán las empresas sobrevivir sin ese trabajo extra no remunerado? El control horario, de cumplirse, puede, en parte, ayudar a la necesaria organización laboral dentro de cada empresa, buscando la mejor productividad en cada puesto generado. Pero en un mercado laboral tan débil como el actual la duda es importante.
Esta medida de control laboral ha hecho saltar también las críticas de quienes la consideran invasiva, sometiendo a los trabajadores a sistemas de otras épocas, y rompiendo la dinámica actual de buscar la productividad adaptando el trabajo al trabajador y no al revés. El “fichar” poco tiene que ver con los nuevos sectores en los que la creatividad y el talento no tienen horas. Y tampoco con aquellos en los que la medición de la presencialidad en el trabajo es complicada, por no decir imposible con este nuevo sistema, como es el caso, por ejemplo, de las fuerzas de ventas.
Lo que está claro es que estas medidas de control sí que pueden tener beneficios en los grandes ecosistemas laborales, las grandes empresas con organizaciones estructuradas y con presencia sindical, y en las que aplicar estas medidas también resultará más sencillo. Aunque, sinceramente, no me parece que sean en estas empresas en las que más se necesite el control de horas extra, precisamente. Incluso su implantación puede dar lugar a debates sobre la productividad laboral, con diferentes interpretaciones, que pueden provocar disensiones y acabar en conflictos nunca deseables.
El panorama es diferente cuando se reduce el tamaño de la empresa. Las pequeñas y medianas empresas, el comercio o la hostelería sufren ahora una nueva amenaza, ya que, aunque desde el Ministerio de Trabajo se apela a la mesura en las inspecciones, las sanciones no dejan de ser un frente más que combatir en su dura lucha diaria. Y son precisamente en estas empresas en las que el trabajo extra, por las condiciones del sector, suele tener mayor presencia. Es un problema a subsanar. Es evidente que hay que proteger al trabajador y que todo el trabajo (extra o no) debe ser remunerado, pero hay que ser razonables y no poner en peligro la supervivencia empresarial. Las horas extras son un síntoma, entre otros, de la necesidad de reforzar el sistema productivo, y a pasar a modelos que lo fortalezcan y no perpetúen su debilidad.
Acostumbrémonos, pues, a tener en la oficina una nueva estantería con los controles diarios de quienes en la empresa trabajan, o de tener a buen recaudo los sistemas automatizados que se elijan, y esperemos prudencialmente a ver si esta nueva disposición conlleva mejoras para empresas y trabajadores.
Artículo publicado el pasado sábado, 25 de mayo de 2019 en El Comercio.